domingo, 26 de febrero de 2023

Las condiciones de la ‘buena’ forma (CBF) y las reglas de oro para los objetivos – Muradep, O’Connor & Lages

febrero 26, 2023 Posted by Matías No comments
Los objetivos son sueños con piernas, según O’Connor & Lages, porque nos invitan a que nos pongamos en marcha. Sin embargo, no todas las personas se mueven por la misma razón. Ciertas personas se moverán alentados por la búsqueda de la satisfacción, la felicidad o el placer, mientras que otros se moverán impulsados por la evitación del sufrimiento, el malestar o el dolor. Es decir, algunos “se dirigen hacia” un estado deseado y otros “se alejan de” un estado presente. Ahora bien, que alcancemos los objetivos que nos proponemos, no solo está sujeto a nuestras acciones concretas, sino que también depende de su formulación. Cuando los objetivos están expresados de forma ‘correcta’, tenemos el camino bastante allanado para su consecución efectiva. En ese sentido, Lidia Muradep nos ofrece un conjunto de condiciones para alcanzar la ‘buena’ forma de los objetivos, mientras que Joseph O’Connor y Andrea Lages nos proporcionan una serie de reglas de oro para establecer objetivos y, así, orientar el rumbo de nuestras vidas.

Por: Matías A. Wersocky. 25 de febrero de 2023.


Joseph O’Connor es uno de los formadores de PNL y Coaching más reconocido en todo el mundo, cofundador de la Comunidad Internacional de Coaching (ICC) y cofundador de Lambent do Brasil, compañía líder de consultoría y entrenamiento en coaching y habilidades empresariales a nivel mundial. Andrea Lages es coach ejecutiva, escritora y consultora, cofundadora de la Comunidad Internacional de Coaching (ICC), CEO y cofundadora de Lambent do Brasil. O’Connor & Lages explican en su libro Coaching con PNL, entre otros temas, que la exploración del presente y el diseño del futuro son cruciales para el inicio del viaje desde donde estamos hacia donde queremos llegar. En tal sentido, los autores nos proporcionan un conjunto de reglas para definir nuestros objetivos (o para ayudar a otros con los suyos).


Lidia Muradep es Máster en Programación Neurolingüística, Coach Ontológico Empresarial, Técnica en Liderazgo y Diseño Ontológico y directora y fundadora de la Escuela Argentina de PNL y Coaching. Lidia explica en su libro Coaching para la transformación personal, entre otras cuestiones, que cuanto más claros tengamos los objetivos, mayores son las posibilidades de las que disponemos para alcanzarlos. Por esa razón, propone ciertas condiciones de la ‘buena’ forma (CBF) para los objetivos, que se pueden homologar a los gajos de una mandarina. Cada gajo propone un filtro concreto a tener en cuenta en la declaración del objetivo. Por consiguiente, puede suceder que, a medida que pasamos un objetivo por los distintos gajos de la mandarina, ese objetivo adopte otra forma distinta a la original.


Dicho lo anterior, en lo que sigue se describirán las distintas condiciones (o ‘gajos’) para la formulación ‘correcta’ de los objetivos sugeridas por Lidia Muradep, y se complementarán con las reglas de oro propuestas por Joseph O’Connor y Andrea Lages. Se presupone que cuando un objetivo está ‘correctamente’ definido, se vuelve atractivo, estimulante, impelente, así, lo que la persona se propone alcanzar en el futuro empieza a condicionar las decisiones y las acciones de su presente.

Gajo # 1: Que el objetivo se exprese en forma positiva y que la persona conozca el para qué del objetivo


Muradep señala que un objetivo se tiene que expresar en términos de lo que sí queremos alcanzar o lograr, y no en términos de lo que no deseamos obtener o conseguir. Cuando los objetivos los expresamos de forma afirmativa, nuestros pensamientos, energía y esfuerzos los concentramos mayormente en el estado deseado, en lo que queremos conseguir, alcanzar, lograr, con lo cual, muy probablemente nos mantengamos motivados en el camino hacia su concreción.

Si planteamos un objetivo en negativo, por ejemplo, “quiero dejar de fumar”, “quiero perder kilos”, “me quiero separar”, lo que hacemos es fijar imágenes, sonidos y sentimientos en nuestro cerebro de lo que no anhelamos, de lo que no nos gusta o de lo que no queremos más, según Muradep. Por lo que el cerebro no sabe hacia donde nos dirigimos, sino que conoce lo que pretendemos evitar o sortear. Es como subirse a un taxi y pedirle al conductor que se aleje de la zona en la que se encuentra (porque es peligrosa, está oscura o lo que fuese), pero ¿cómo sabe el taxista hacia dónde me tiene que llevar concretamente? O’Connor & Lages plantean al respecto que definir un objetivo en negativo es como ir de compras al supermercado con una lista de lo que no quiero comprar. ¿Cómo voy a saber qué es lo que, en definitiva, sí me quiero llevar del supermercado? Expresar un objetivo fija nuestra atención y focaliza nuestra energía, con lo cual, si son las amenazas, los riesgos o los problemas los que provocan que la persona se ponga en acción, su dirección de movimiento no es ir hacia un objetivo, sino alejarse de una circunstancia, relación o persona. Se pierde (o se desdibuja), entonces, el foco en el estado deseado que se quiere alcanzar a futuro.

Ahora bien, cuando aparece un objetivo en negativo, lo que podemos hacer es reformularlo. Por ejemplo, si quiero adelgazar, en lugar de plantear “quiero perder kilos”, puedo plantear “quiero llegar a pesar 70 kilos” (si peso 80 kilos). Otro ejemplo, si quiero renunciar a la empresa en la que me desempeño, porque no me reconocen el trabajo que realizo, entonces, en lugar de expresar “quiero dejar de trabajar para mi empresa”, puedo formular que “quiero trabajar en una empresa que aprecie mi aporte profesional”. Conviene dejar en claro que este switch en la formulación de los objetivos no siempre es sencillo para las personas. Lo que sí desea, anhela o quiere una persona, que se suele manejar en términos del “alejarse de”, puede quedar, al principio, en un estado de imprecisión, vaguedad o ambigüedad. Por lo tanto, se requiere un trabajo personal, a veces, laborioso y detenido, para que la persona pueda definir y enfocarse en su estado deseado.

Otro punto importante es que ciertas personas declaran sus objetivos con nominalizaciones. Por ejemplo, “quiero cambiar mi comunicación”, “quiero alcanzar el amor de mi vida”, “quiero tener una mejor relación con mis hijos”, “quiero desarrollar otros negocios”, “aspiro a otro tipo de trabajo”, etc. Andy Smith en su libro Practical NLP que palabras, tales como “comunicación”, “amor”, “relación”, “negocios”, “trabajo”, etc. se convierten en sustantivos, es decir, los congelamos en conceptos “abstractos” para que podamos hablar de ellos, como si tratara de objetos estáticos, fijos, cuando, en realidad, son procesos. Por esa razón, en la nominalización se arrastra una pérdida de información, con lo cual, es esencial preguntar cuáles son los significados específicos de las nominalizaciones usadas por las personas, cuando formulan sus objetivos. Porque las nominalizaciones pueden tener significaciones concretas para personas distintas.

La gran pregunta con la que concluye esta condición (o ‘gajo’) es el para qué del objetivo, es decir, el objetivo del objetivo. Cuando la persona empieza a entender el para qué se plantea lo que se propone, puede comenzar a identificar la motivación más profunda que subyace en aquello que se formula. Steve Andreas y Connirae Andreas señalan en su libro Corazón de la mente que cuando la persona entiende qué cosa quiere conseguir con el objetivo, puede darse cuenta de objetivos más básicos y avanzar así de forma más directa. De hecho, antes de llegar a un objetivo más básico, a veces, conviene preguntar varias veces: “¿qué es lo que esto me proporcionará realmente?”. Por ejemplo, obtener un cierto empleo podría ser un modo de tener éxito. Si se avanza un poco, tener éxito podría ser, a su vez, un modo de obtener respeto de los demás. Si se sigue avanzando más, conseguir el respeto de los demás podría ser sentirse bien como persona. Por lo tanto, ¿cuál es el objetivo que, en verdad, se quiere alcanzar? Los objetivos más básicos, en muchos casos, nos ofrecen mayores niveles de flexibilidad en su consecución. Lo fundamental en este punto es darse el tiempo suficiente para arribar a lo que realmente es valioso para la persona.

Gajo # 2: Que el objetivo sea demostrable en forma sensorial

Muradep destaca la importancia de contar con un registro sensorial interno y externo de lo que significa haber cumplido el objetivo. En cuanto al registro sensorial interno, es esencial que la persona pueda saber de antemano cómo se va a ver (sentido visual), qué se va a decir (sentido auditivo) y qué va a sentir (sentido kinestésico), cuando alcance el objetivo. Esta información sensorial resulta clave, además, para evaluar el grado de progreso respecto a la consecución del objetivo. O, en otras palabras, si no dispone de indicadores empíricos, ¿cómo puede saber la persona si está cerca o lejos de cumplir el objetivo? ¿o, en todo caso, cómo se percatará de que (no) lo está obteniendo? En lo que respecta al registro sensorial externo, es decisivo que la persona pueda identificar con antelación cómo lo van a ver, escuchar y sentir otras personas (por ejemplo, familiares, amigos, colegas, etc.), cuando alcance el objetivo.

Es fundamental, entonces, la creación de la representación (visual, auditiva y kinestésica) del cambio al que aspira la persona, según Muradep. Lo que el cerebro no conoce, no lo sabe cómo representar, mucho menos, como apuntar a conseguirlo. Por lo tanto, conviene agregarle imágenes, sonidos y sentimientos al objetivo que nos propongamos para que el cerebro pueda contar con una representación mucho más precisa y clara del estado deseado a futuro. Es más, cuando efectuamos este ejercicio lo que posibilitamos es que los dos hemisferios cerebrales trabajen juntos. Así, ambos segmentos del cerebro tienen participación autoral en el diseño y el logro del objetivo. Asimismo, cuando se cuenta con una representación específica del objetivo, se esfuman (o se reducen) las inseguridades, las indecisiones, los miedos y las amenazas a lo desconocido, con lo cual, se abordan anticipadamente posibles obstáculos que atenten contra la consecución efectiva del objetivo.

Gajo # 3: Que el objetivo dependa de la persona y que ella organice sus recursos


Muradep recalca lo significativo que resulta que el objetivo esté formulado de forma tal que la persona lo pueda lograr por sí mismo, es decir, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los demás. Cuando se plantea un objetivo que no cae bajo el alcance de control de la persona, su consecución puede ser dificultosa o, directamente, imposible. Por ejemplo, si la persona se propone ser bien tratada por su jefe/a, ocurre que ese objetivo no depende completamente de ella. Hay una parte que sí depende de la persona, pero otra cae bajo el dominio de su jefe/a (y probablemente de otro/s factor/es que desconocemos). Por lo tanto, en este caso, conviene replantear el objetivo y acotarlo a la parte que sí está bajo la responsabilidad de la persona. En ese sentido, se le puede preguntar lo siguiente: “¿qué entiende usted, en concreto, por ‘ser bien tratada’?” “¿qué realizará de diferente, que no haya hecho hasta ahora, para que cambie la relación con su jefe/a?” “¿alguna vez fue bien tratada por su jefe/a?” “¿en dónde y cuándo ocurrió?” “¿qué hizo usted de diferente para que alcanzara ese resultado?”

Otro ejemplo. Si la persona se propone que “la economía del país mejore”, ocurre que ese objetivo es casi imposible de alcanzar de forma individual, puesto que depende esencialmente de un proyecto colectivo, mucho más amplio, que trasciende a la persona. En consecuencia, en este otro caso, corresponde reformular el objetivo y circunscribirlo a lo que sí le compete a la persona, en calidad de ciudadano/a, para realizar un aporte personal según su aspiración inicial. En ese sentido, se puede preguntar lo siguiente: “¿qué entiende usted, en concreto, por que ‘la economía del país mejore’?” “¿qué contribución se encuentra bajo su alcance personal para que la economía del país mejore?” “¿en qué contextos y períodos la economía del país ha mejorado?” “¿de qué manera usted contribuyó en aquellas circunstancias para que la situación se pudiera encauzar en esa dirección?”

Otro aspecto importante en este gajo es respecto a los recursos que se necesiten para iniciar y sostener el viaje desde el estado presente al estado deseado. Es esencial considerar, por un lado, los recursos necesarios, de los que sí dispone la persona en la actualidad, para alcanzar el objetivo y, por otro lado, los recursos necesarios, pero de los que no dispone la persona en la actualidad y que, sin embargo, se precisan conseguir, para arribar al objetivo. O’Connor y Lages precisan al respecto que los recursos pueden asumir las siguientes formas:
  • Objetos: indumentaria, alimentos, libros, equipos, tecnología, dispositivos, herramientas, utensilios, etc.
  • Personas: familiares, pareja, amigos/as, colegas del trabajo, compañeros/as, conocidos/as u otros contactos.
  • Tiempo: ¿dispones del tiempo requerido para tu objetivo? De no ser así, ¿cómo lo vas a obtener? Si hay retrasos o demoras, ¿cómo los manejarás?
  • Modelos: ¿conoces a alguien que haya alcanzado el objetivo?, ¿qué puedes aprender de esa persona, grupo u organización?, ¿ha dejado testimonio acerca de cómo alcanzó el objetivo (libro, blog, podcast, charla, etc.)?
  • Cualidades: ¿qué habilidades o capacidades tienes (o necesitas desarrollar) para conseguir el objetivo? Muradep aclara que las cualidades del pasado son recursos en el presente que se pueden usar para alcanzar objetivos a futuro. Por ejemplo, si se necesita confianza para afrontar una situación laboral, se puede buscar en el pasado, pero en un contexto distinto (personal, familiar, académico, etc.). El cerebro sabe cómo aplicar los recursos del pasado. Se puede aprovechar, entonces, esa competencia cerebral a los fines del objetivo propuesto.
Gajo # 4: Que el objetivo se ajuste al contexto particular de la persona


Muradep aclara que para saber si un objetivo está ubicado apropiadamente en el contexto particular de la persona, conviene evaluar lo siguiente:
  • Alcance sistémico: ¿En qué contextos, dominios o campos (personal, familiar, laboral, académico, etc.) quiere el objetivo?, ¿en qué contextos, dominios o campos no quiere el objetivo? Por ejemplo, la persona puede querer ser más exigente o disciplinado en el ámbito laboral, pero no en el círculo familiar. Otro ejemplo. La persona puede querer ser más afectiva y demostrativa en el entorno familiar, pero no en el contexto laboral ni académico.
  • Alcance temporal: ¿Para cuándo la persona se propone alcanzar el objetivo? Por ejemplo, no es equivalente bajar 10 kilos en el plazo de un mes que en un período de tres meses. Lo mismo puede suceder con pretender alcanzar una promoción laboral a un cargo jerárquico en el corto plazo o en el mediano (o largo) plazo.
  • Alcance social: ¿Con quién/es quiere la persona obtener el objetivo?, ¿con quién/es no quiere la persona conseguir el objetivo? La persona lo puede querer alcanzar de forma individual o de modo colectivo (por ejemplo, con su círculo familiar, con su equipo de trabajo, con su grupo de amistades, etc.).
Gajo # 5: Que el objetivo preserve las ecologías interna y externa


Muradep explica que el objetivo deberá resguardar el doble carácter ecológico de la persona, es decir, que, por un lado, mantenga el equilibrio entre lo que piensa, dice y hace (pensamiento-discurso-acción) (ecología interna) y, por otro lado, conserve el balance entre los sistemas (ámbitos, dominios o campos) en los que participa (ecología externa).

Respecto a la ecología interna, puede suceder que el objetivo que la persona se propone entre en conflicto con su marco de valores o sus representaciones internas. Por ejemplo, si un vendedor se desea destacar en el plantel de vendedores de la empresa y el ocultamiento de información a los clientes es una práctica habitual que utilizan ciertos ‘buenos’ vendedores para incrementar su proporción de ventas, entonces, esa maniobra puede entrar en tensión con su marco personal de valores (honestidad, rectitud, etc.). Otro ejemplo. Si una persona muy sociable se plantea dejar de fumar, pero se mueve en distintos ámbitos (familiar, amistad, laboral, estudio, etc.) en los que el fumar es una práctica social que supone la pertenencia efectiva a esos grupos, entonces, el dejar de fumar puede ser un objetivo bastante difícil de cumplir, puesto que tensiona un atributo importante de su personalidad. La pregunta por lo que habría que dejar atrás o a lo que se debería renunciar en las circunstancias actuales para estar en condiciones de alcanzar el objetivo, adquiere gravitancia en este caso.

En cuanto a la ecología externa, puede ocurrir que un objetivo desestabilice el equilibrio entre los sistemas en los que interviene la persona. Por ejemplo, si la persona aspira a trabajar en una empresa multinacional que le solicita que se relocalice con su grupo familiar en otro país para desarrollar su actividad profesional, entonces, esa condición puede provocar un desbarajuste considerable en el sistema familiar. Por ejemplo, su esposa podría tener que renunciar a su trabajo, los hijos podrían tener que cambiar de escuela, los padres podrían perder el contacto frecuente con el matrimonio y los hijos, las relaciones de amistad podrían verse resentidas, etc. La pregunta por cómo quedaría afectado el equilibrio en los diferentes aspectos o dominios vitales de la persona, cuando alcance el objetivo, no resulta poco importante en este caso.

Muradep, O’Connor & Lages incluyen un cuestionario con distintas preguntas, a modo de síntesis, que abarca a las distintas condiciones de la ‘buena’ forma y las reglas de oro para los objetivos. En lo que sigue, se explicitan algunas preguntas.

  1. ¿Qué es lo que deseas o quieres específicamente?
  2. ¿Qué significa “….” en concreto para vos? (por ejemplo, “confianza”, “seguridad”, “éxito”, “felicidad”, “bienestar”, “paciencia”, etc.) (desafiar posibles nominalizaciones).
  3. ¿Cuál es el “para qué” de tu objetivo?, ¿qué es lo quieres realmente conseguir con tu objetivo? (indagar por el objetivo del objetivo).
  4. ¿Cómo te darás cuenta que obtuviste el objetivo?, ¿Qué verás, escucharás y sentirás cuando lo hayas logrado?, ¿Cómo se darán cuenta los demás de que lo obtuviste?
  5. ¿De quién depende el logro de tu objetivo?
  6. ¿Qué recursos, con los que cuentas hoy en día, contribuirán para que puedas conseguir tu objetivo?, ¿Qué otros recursos, habilidades o capacidades necesitas para alcanzar tu objetivo?, ¿Cómo encontrarás los recursos que precisas incorporar?
  7. ¿En qué contextos, dominios o campos (personal, familiar, laboral, etc.) querés el objetivo?, ¿en qué contextos, dominios o campos no querés el objetivo?
  8. ¿Para cuándo te proponés alcanzar el objetivo?
  9. ¿Con quién/es querés alcanzar tu objetivo?, ¿Con quién/es no querés lograr tu objetivo?
  10. ¿Cómo se lleva tu objetivo con tu/s otro/s objetivo/s y con tu marco de valores? Si encuentras un conflicto o tensión, ¿cómo resolverás ese desafío?
  11. ¿Qué tendrías que dejar atrás o a qué deberías renunciar actualmente, de ser necesario, para estar en condiciones de alcanzar el objetivo?, ¿estás realmente dispuesto a ello?
  12. ¿Cómo quedaría afectado el equilibrio en tus diferentes ámbitos, entornos o dominios vitales, cuando alcances tu objetivo?

En definitiva, las condiciones de la ‘buena’ forma (CBF) y las reglas de oro nos sirven para conocer lo que realmente quiere, anhela o pretende la persona (supone el diseño de la situación deseada); a que se percate si lo que formula como objetivo es lo que en el fondo desea o, en realidad, hay otro objetivo más básico que la impulsa; para explorar el estado presente (de lo que se quiere alejar, distanciar o correr en la actualidad); a que disponga de indicadores empíricos (percibidos por sí y por otros) para conocer de antemano lo que le sucederá sensorialmente, cuando alcance su objetivo; a que disponga de los recursos que precisa para iniciar y sostener el viaje del estado presente al estado deseado; a que sea específica respecto a la expresión del objetivo, esto es, en qué contexto/s lo quiere y no lo quiere, para cuándo lo quiere y con quién/es lo quiere y no lo quiere; y que, finalmente, preserve el equilibrio en su ecología interna y externa, a partir de la puesta en marcha hacia lo que quiere y su consecución a futuro.

Para concluir, te propongo que escribas el objetivo que querés alcanzar y lo pases por los distintos gajos que constituyen las condiciones de la ‘buena’ forma y las reglas de oro de los objetivos. De ser posible, te sugiero que dejes un registro de cómo se reconvirtió el objetivo a lo largo de los diferentes filtros para que seas más consciente del proceso de formulación de objetivos y, así, lo puedas aplicar en otro/s contexto/s o dominio/s de tu vida (o ayudes a otros con los suyos).

Fuentes:
  • Andreas, C., & Andreas, S. (2006). Corazón de la mente: casos y ejemplos de cambio con programación neuro-lingüística. Cuatro Vientos.
  • Muradep, L. (2012). Coaching para la transformación personal: Un modelo integrado de la PNL y la ontología del lenguaje. Ediciones Granica SA.
  • O’Connor, J., & Lages, A. (2005). Coaching con PNL. Guía práctica para obtener lo mejor de ti mismo y de los demás. Urano: Barcelona.
  • Smith, A. (2014). Practical NLP 2: Language: How to use presuppositions, chunking, the Meta Model and the Milton Model in practice. Kindle Edition.

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