sábado, 8 de abril de 2023

¿Los artefactos tecnológicos contienen carga política? – Langdon Winner

abril 08, 2023 Posted by Matías No comments
Que los artefactos tecnológicos (máquinas, dispositivos, estructuras, sistemas, etc.) tengan cualidades o propiedades políticas parece ser una afirmación contraintuitiva. En principio, porque a los artefactos tecnológicos se los suele asociar con aspectos o asuntos técnicos, tales como eficiencia, eficacia, productividad, optimización, etc. pero también porque los agentes políticos suelen ser, en verdad, las personas que, en sus relaciones con otros actores, desarrollan ciertas formas de poder y autoridad. En ese contexto, Winner formula una pregunta provocativa, ‘¿tienen política los artefactos?’, que, a simple vista, puede parecer absurda, sinsentido o ilógica, no obstante, el ejercicio de respuesta a ese interrogante permite estrenar otras posibilidades de acercamiento a las tecnologías contemporáneas.

Por: Matías A. Wersocky. 30 de marzo de 2023.


Langdon Winner es un académico que investiga los problemas sociales y políticos aparejados al cambio tecnológico moderno. Fue distinguido por el The Wall Street Journal como "El académico líder en la política de la tecnología". Obtuvo sus títulos de grado y posgrado (maestría y doctorado) en ciencia política en la Universidad de California en Berkeley, EE. UU. Es autor de Autonomous Technology y The Whale and The Reactor: A Search for Limits in an Age of High Technology y editor de Democracy in a Technological Society. Es ex presidente de la Sociedad de Filosofía y Tecnología. Ocupa la Cátedra Thomas Phelan de Humanidades y Ciencias Sociales en el Departamento de Estudios de Ciencia y Tecnología del Instituto Politécnico Rensselaer en Troy, Nueva York. Entre sus cursos se incluyen "Raza y tecnología", "Tecnología y teoría social", "Diseño, Cultura y Sociedad", entre otros.

Winner describe en su artículo ‘¿Tienen política los artefactos?’ (Do Artifacts Have Politics?) que solemos pensar que las tecnologías son neutrales, ecuánimes o imparciales, en términos políticos. Pero podemos sorprendernos al descubrir cualidades políticas en aleaciones de acero, plásticos, transistores, circuitos integrados o compuestos químicos. Porque, en general, no nos detenemos a pensar si un determinado invento técnico pudo haber sido diseñado y construido con intenciones particulares ocultas para ocasionar ciertos efectos disímiles a sus usos corrientes o inmediatos; o bien nos cuesta un poco reconocer de qué manera ciertas tecnologías podrían ser usadas, por ejemplo, para acrecentar el poder, la autoridad, los privilegios, las influencias, etc. de determinado/s grupo/s social/es a costa de otro/s. En definitiva, las tecnologías se encuentran, en líneas generales, entretejidas o entrelazadas con las condiciones políticas contemporáneas. De ahí que Winner se ocupe de explicar cómo es que los artefactos técnicos se cargan de política y proporcionar ejemplos concretos que permitan iluminar las posibles modalidades de infusión política.

Los estudios o los trabajos que se acercaron a la tesis polémica de las propiedades políticas de los aparatos técnicos se asentaron en dos posiciones principalmente deterministas: el determinismo social de la tecnología y el determinismo de la tecnología. Por un lado, el determinismo social de la tecnología no coloca el foco de atención en la tecnología en sí, sino que se trata de un acercamiento mucho más contextual y amplio, esto es, en las condiciones sociales y económicas en las que se encuentra la tecnología. Entonces, esta postura indaga en las circunstancias sociales y económicas que acompañan, impulsan, justifican, etc. la creación, desarrollo, empleo, retiro, etc. tecnológico. Se apuesta, entonces, a que la coyuntura socioeconómica, en particular, acarreé una politización de los procesos tecnológicos (conflictos de interés entre actores, negociación de posiciones en confrontación, redistribuciones de cuotas de poder entre actores, alianzas o divisiones políticas, acuerdos o desacuerdos entre agentes, etc.) y, así, las tecnologías resultantes se carguen o se insuflen de política.

Pero, por otro lado, el determinismo de la tecnología implica que las tecnologías se desarrollan a causa de su propia dinámica evolutiva interna, sin interferencia o mediatización de fuerzas políticas, económicas, sociales, ambientales, etc. y que estructuran a la sociedad para adecuarla a sus objetivos, decisiones, acciones, etc. Se trata de un determinismo que desconecta a las tecnologías de los cables que las ligan a los contextos a los que pertenecen. En este caso, el centro de atención recae en las tecnologías en sí y en sus impactos o efectos sociales. Por lo que la politización se puede detectar en el propio proceso constructivo de las tecnologías (por ejemplo, en los conflictos en pugna en las estrategias y decisiones técnicas, en los acuerdos o desacuerdos detrás de las técnicas, modelos o herramientas a usar en el desarrollo e implementación, en los sesgos humanos en los algoritmos, etc.), pero también se puede ubicar en los impactos o efectos sociales que generan las tecnologías (por ejemplo, en cómo pueden favorecer a cierto/s grupo/s social/es y perjudicar a otro/s grupo/s social/s, en cómo pueden ampliar las cuotas de poder de determinados agentes y achicar los quantums de poder de otros actores, en los mecanismos de segregación, discriminación y marginación social, etc.).

Winner se distancia, en algún punto, de ambas posiciones. En principio, porque el determinismo social de la tecnología le resta importancia a los aparatos técnicos; mientras que el determinismo de la tecnología parece que se desconecta de las condiciones sociales de producción, transformación y evolución de los artefactos técnicos. Entonces, Winner propone una forma alternativa de pensar la tesis de las cualidades políticas de los artefactos tecnológicos. Para él, existen dos formas posibles por las cuales los artefactos técnicos pueden adquirir energía política: los artefactos pueden ser objetos de política, o bien objetos políticos. Es importante aclarar, no obstante, antes de proseguir, que para Winner el término ‘política’ alude a los acuerdos de poder y autoridad que se establecen entre personas y a las acciones que se desarrollan en el marco de esos acuerdos, mientras que por el concepto ‘tecnología’ refiere a todo tipo de artefacto práctico moderno (en particular, tecnologías, piezas o sistemas físicas, tangibles, de cierto tipo especial).

Los artefactos (técnicos) como objeto de política

Entonces, ahora sí, los artefactos como objeto de política constituyen un medio para alcanzar un cierto fin en un contexto específico. Estos artefactos son cargados políticamente a través de los procesos de invención, diseño, construcción, prueba, etc. Por lo tanto, resulta esencial prestar atención a los planes, las especificaciones y los diseños de los artefactos para identificar la carga política y moral que transportan las tecnologías resultantes. Ese quantum político y moral se puede perpetuar o reproducir, incluso, a lo largo de las generaciones. En este caso, en particular, se supone, como precondiciones, que las tecnologías poseen un amplio espectro de flexibilidad, plasticidad o elasticidad, en términos materiales, respecto a sus posibilidades de diseño, construcción, implementación, así como también que cuentan con un holgado margen de versatilidad y maleabilidad en relación con sus resultados, efectos o consecuencias. Estas precondiciones son esenciales para que los distintos actores, con interés en ellas, puedan intervenir, con ciertos grados de libertad o autonomía, e imponer sus objetivos, intereses o preferencias exclusivas.

Los puentes bajos sobre las avenidas de Long Island en Nueva York

La decisión sobre el bajo nivel de elevación de los puentes que están sobre las avenidas de Long Island en Nueva York es un caso emblemático que permite ilustrar cómo las tecnologías pueden ser deliberadamente creadas para engrosar el poder y la autoridad de ciertos actores por sobre otros. Winner comenta al respecto que estas estas estructuras arquitectónicas, casi doscientes puentes, fueron diseñados y construidos con la intención premeditada de provocar un efecto social categórico. La obra constructiva estuvo a cargo de Robert Moses, un funcionario público estadounidense, que trabajó principalmente en el área metropolitana de Nueva York, y que se ocupó de construir carreteras, parques, puentes y otras obras públicas en Nueva York, entre la década del ’20 y de los ’60.


El diseño estructural de los puentes reflejaba un sesgo clasista y un prejuicio racial, en tanto beneficiaba el uso del automóvil, por sobre la circulación del transporte público. En efecto, los blancos de las clases ricas y medias acomodadas eran los propietarios de automóviles, con lo cual, podían utilizar y disfrutar libremente de los parques y de las playas de Long Island; mientras que, las personas menos favorecidas y los negros, que normalmente usaban el transporte público, eran a quienes se les vetaba el acceso a esas zonas porque los autobuses no podían transitar por los puentes de baja altura. Winner aclara que, si no prestamos atención a los diseños y planes de los artefactos, tal como sucede en este caso con los puentes bajos, entonces permaneceremos ciegos ante los efectos políticos (y morales) que pueden ocasionar las tecnologías, y que, tal como ocurre en este proyecto, se cifra en un condicionamiento del acceso a los grupos sociales más desfavorecidos y minorías raciales. Si no alcanzara con lo anterior, el sesgo de clase y el prejuicio racial se materializan, así, sin más, en el paisaje de la ciudad, y su naturalización se perpetúa, de forma irrefutable, a lo largo del tiempo.

Las disputas alrededor de los productos de software de genética forense

La elección de CODIS, un software para genética forense del FBI, por sobre GENIS, un software nacional, de código abierto, adaptable y auditable, tal como se describe en el artículo escrito por Bruno Massare el 06 de junio de 2017, que se publicó en el diario La Nación, es otra experiencia que permite ejemplificar cómo los artefactos técnicos se impregnan de política. Si bien GENIS comenzó a construirse, a partir de la solicitud de la Sociedad Argentina de Genética Forense (SAGF) y el financiamiento público del Estado, sucedió que el proyecto, con más de dos años desarrollo, fue cancelado por resolución del Ministerio de Seguridad. La decisión de discontinuar con el proyecto supuso una paradoja, porque desde el discurso del gobierno se enfatizaba, en aquel entonces, la búsqueda de la eficiencia gubernamental, del control del gasto público, etc. pero se desestimó un desarrollo de software (construido, probado y operativo) en el que se había invertido, nada más ni nada menos, que siete millones de pesos. En el Ministerio de Seguridad aseguraron que la intención de adoptar CODIS, en todo el país, respondía a que GENIS se encontraba en una instancia de comprobación, de ahí que buscaran que los laboratorios forenses de la Argentina empezaran a trabajar con CODIS. Sin embargo, el presidente de Baufest, la compañía de desarrollo de software, aseguró que el software estaba concluido y productivo. Más aún, GENIS estaba instalado en el Poder Judicial de Entre Ríos y estaba siendo probado en el Laboratorio de Análisis Comparativo de ADN del Poder Judicial de Buenos Aires.


En las disputas alrededor de los productos de software de genética forense, se pueden apreciar algunos elementos centrales de los artefactos (técnicos) como objeto de política. Para empezar, un software es un artefacto, en principio, maleable, flexible, elástico, en cuanto a su diseño, desarrollo e implementación, así como también respecto a sus resultados, consecuencias o efectos. Sin embargo, conviene reparar en los planes de diseño y construcción de ambos productos para observar sus contrastes técnicos. GENIS era un software nacional, de código abierto, ajustable a medida, auditable, cuyos autores estaban disponibles a demanda; CODIS, en cambio, un software cerrado, de caja negra y no auditable de forma pública. El FBI no ofrecía garantías de retención del software y el acuerdo firmado por el Ministerio de Seguridad establecía, entre otras cláusulas que, ante cualquier disputa que surgiera con el producto, se aplicaría la ley de los EE. UU. o del distrito de Columbia. En estas diferencias técnicas se puede advertir cómo los productos se pueden blindar o traslucir, en mayor o menor medida, para protegerse de o exponerse a las acciones políticas de actores locales o foráneos.

Más allá de las características técnicas de los artefactos, estas tecnologías se constituyeron, sobre todo, en vehículos para conseguir distintos fines. GENIS se inscribía en el marco de un proyecto estratégico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, reafirmaba la capacidad destacada de la Argentina en materia de genética forense, e impulsaba el crecimiento de la industria del conocimiento mediante la generación de empleo implicada en el desarrollo de software nacional. CODIS, por el contrario, se apoyaba en la nueva política de alianza de la Argentina con los EE. UU. La Argentina había firmado, en particular, un acuerdo de cooperación con los EE. UU. para la prevención y el combate contra el crimen grave. Asimismo, el FBI estaba impulsando una política internacional de promoción de uso de su software para establecer un estándar global, con lo cual, había comenzado a ofrecer sublicencias gratuitas de CODIS a otros países. Los defensores de GENIS afirmaban que esa benevolencia desinteresada ocultaba la intención del FBI de apoderarse de los datos que los distintos países adherentes fueran registrando en sus bases de datos. En estas diferencias contextuales se puede comprobar de qué manera las tecnologías se encuentran insondablemente enraizadas en los entornos políticos contemporáneos y cómo se pueden camuflar intenciones deliberadamente subrepticias en sus diseños o planes constructivos.

Los artefactos (técnicos) como objetos políticos

Los artefactos como objetos políticos consisten en tecnologías inherentemente políticas, es decir, que se encuentran cargadas de política por naturaleza. Se trata de tecnologías que no suelen permitir tanta plasticidad, adaptabilidad o ductilidad (en sus diseños, construcciones o implementaciones, y en sus efectos, resultados o consecuencias). Winner aclara que las propiedades rebeldes, insurgentes o díscolas de estas tecnologías se articulan con determinados patrones, estructuras o esquemas institucionalizados de poder y autoridad. Por lo tanto, los agentes que tengan interés en ellas no pueden disponer fácilmente de determinados grados de discrecionalidad para imponer su voluntad o sus cometidos. Porque lo que sucede es que no existen diseños o planes alternativos que puedan alterar, de forma contundente o profunda, las cualidades políticas de estas tecnologías. A decir verdad, elegir estas tecnologías comporta adoptar ciertos estilos políticos de vida (equitativas, desiguales, democráticas, autoritarias, etc.). Lo que ocurre con estos artefactos, en el fondo, es que se encuentran estrechamente conectados con formatos inalterables, rígidos y específicos de estructuración del poder y la autoridad. Winner explica que estas tecnologías se pueden adecuar, entonces, a dos escenarios distintos: necesariedad y compatibilidad.

En el escenario de necesariedad se supone que un artefacto requiere o necesita un conjunto particular de condiciones sociales y materiales para que pueda funcionar y sostenerse en el tiempo. A modo de ilustración, una central nuclear precisa de una elite de técnicos, científicos, industriales, etc., sin esta estructuración social, no se podría contar, en principio, con energía nuclear. Otro ejemplo es el de la bomba atómica. Las propiedades técnicas y operativas de este artefacto técnico exigen que esté bajo el control centralizado de una cadena de mandos jerárquica, blindada y hermética ante cualquier influencia exógena. Eso significa que la necesidad de índole práctica u operativa de este artefacto estructura un orden sociopolítico de carácter (mayormente) autoritario.

En el escenario de compatibilidad, en cambio, se supone que un artefacto es compatible con ciertas condiciones sociales y políticas. En este caso, no aparecen precondiciones de base, sino grados de concordancia o conciliación entre las propiedades o cualidades privativas del artefacto y las características del contexto sociopolitico en el que se inscribe el artefacto. Por ejemplo, las tecnologías de energía solar son más compatibles con una sociedad democrática e igualitaria, en comparación con las tecnologías de energía del carbón, petróleo o nuclear. La energía solar suele ser una forma de energía descentralizable (en su sentido técnico y político), eso supone que tiene más sentido, en realidad, construir distintos paneles solares y distribuirlos geográficamente (descentralización), antes que diseñar grandes centrales productoras monopólicas de energía (centralización).

La organización social alrededor del desarrollo de los ferrocarriles

El desarrollo de los ferrocarriles es un caso de estudio que Winner repone de un trabajo realizado por el historiador empresarial estadounidense, Alfred Chandler, a los fines de ilustrar cómo ciertas tecnologías demandan condiciones sociales, organizativas y materiales particulares para que se puedan desenvolver con eficacia y eficiencia. En ese sentido, la tecnología del ferrocarril permitió agilizar el transporte, sin embargo, el traslado efectivo de pasajeros y objetos, así como el mantenimiento de la infraestructura técnica (locomotoras, vagones, estaciones y otros equipos) precisaba de una organización social específica.


La pequeña empresa familiar tradicional, que era la organización social predominante de aquel entonces, era incapaz de afrontar semejante proyecto sociotécnico. Por lo que se construyó otra organización social alternativa, consistente en una estructura organizativa centralizada, jerárquica y burocrática, compuesta básicamente de supervisores especializados que controlaran el funcionamiento de las distintas actividades operativas del ferrocarril en un espacio geográfico extenso y ejecutivos de rango alto y medio (mandos medios) que dirigieran, coordinaran y controlaran el trabajo de esos supervisores especializados. De esa forma, según lo que expone Chandler, surgieron las primeras jerarquías administrativas de la empresa norteamericana.

La política en el sistema operativo Huayra del Programa Conectar Igualdad

El desarrollo de Huayra, un sistema operativo basado en el software libre, para las computadoras del Programa Conectar Igualdad, se presentó como alternativa al sistema operativo Windows de Microsoft, tal como se describe en el artículo escrito por Cintia Perazo el 29 de enero de 2013, que se publicó en el diario La Nación, y constituye otra experiencia que permite corroborar cómo se desarrollan artefactos técnicos para que sean mucho más compatibles con ciertas condiciones sociopolíticas. En principio, es importante aclarar que el Programa Conectar Igualdad fue una iniciativa de gobierno, que se implementó en Argentina, en el año 2010, que estuvo dirigido a entregar netbooks a estudiantes y docentes de educación secundaria de escuela pública, educación especial y de institutos de formación docente.


Tal como comenta Javier Castrillo, impulsor del sistema operativo Huayra, junto con su equipo de trabajo, ‘contar con el software de una empresa es como comprar un automóvil con el capó soldado’. Desde esa premisa, era indispensable contar con un software propio, en este caso, un sistema operativo, para no depender así de ninguna corporación (es decir, de sus intereses económicos, de sus intenciones políticas, de sus tiempos, de sus limitaciones y restricciones, etc.). Castrillo explica que, con un software propietario, estaban condicionados para desarrollar, por ejemplo, un procesador de texto para las comunidades aborígenes o para adaptar una placa de red al servicio de determinas zonas geográficas. Se decidió, entonces, desarrollar un sistema operativo libre y gratuito, que fuese mucho más acorde a las necesidades concretas de la comunidad educativa local y apostar, así, a la soberanía tecnológica y al sostenimiento de la identidad nacional. De esa forma, Huayra trajo consigo distintas ventajas. Por ejemplo, se trató de un sistema operativo que funcionaba adecuadamente en máquinas antiguas, o incluyó productos de software de animación, edición de fotos, programación, robótica, entre otros, que, si hubiese sido necesario comprarlos de forma particular, hubiesen sido costosos. Sin embargo, el principal obstáculo que hubo que afrontar fue la compatibilidad con el hardware que integraban las netbooks del Programa Conectar Igualdad. Ese hardware correspondía a diez fabricantes distintos, con lo cual, hubo que trabajar bastante para que el sistema operativo funcionara en los distintos equipos.

Para concluir, te propongo que visualices los siguientes trailers e indiques si se trata de tecnologías como objeto de política, objetos políticos (o mezcla de ambos enfoques), según los alcances descriptos por Langdon Winner en su artículo y que, en cualquier caso, expliques cuáles son los respectivos efectos sociopolíticos de estas tecnologías contemporáneas.

The Social Dilemma (El Dilema de las Redes Sociales)


The Great Hack (Nada es Privado)


Coded Bias (Sesgo Codificado)


Fuentes:

· "Do Artifacts Have Politics?" (1983), en: D. MacKenzie et al. (eds.), The Social Shaping of Technology, Philadelphia: Open University Press, 1985.

· Massare, B. (06 de junio de 2017). Sigue la polémica por el uso del software de análisis genético del FBI para el registro nacional de violadores. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/tecnologia/sigue-la-polemica-por-el-uso-del-software-de-analisis-genetico-del-fbi-para-el-registro-nacional-de-violadores-nid2031010/

· Perazo, C. (29 de enero de 2013). Cómo se desarrolló el Linux de las netbooks educativas. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/tecnologia/como-se-desarrollo-el-linux-de-las-netbooks-educativas-nid1549077/

En lo que sigue, les comparto el link a una charla TED TALK a cargo de Evan Barba, profesor asistente en el Programa de Comunicación, Cultura y Tecnología de la Universidad de Georgetown, y profesor afiliado en el Departamento de Ciencias de la Computación y el Programa de Aprendizaje y Diseño. Es codirector del Technology Design Studio de CCT, un espacio de diseño colaborativo donde los estudiantes y profesores trabajan juntos para desarrollar nuevas ideas. En esta charla, Evan Barba describe cómo las tecnologías cotidianas moldean a nuestra sociedad de manera intencional y accidental, sobre la base de la propuesta del artículo de Langdon Winner (si el link no llegase temporalmente a funcionar, pueden buscar el discurso en Youtube con las expresiones clave “Evan Barba” y “Why we need to understand the politics inherent in technology”). Les sugiero colocar los subtítulos en español en Youtube.


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