Todos tenemos la capacidad de ser líder, pero eso no significa que todos queramos o debamos serlo. En términos estrictos, el verdadero trabajo de un líder no es estar en el cargo (posición), sino cuidar a la gente que está a su cargo (responsabilidad). Por lo tanto, para ser un (gran) líder, conviene empezar por preocuparse por el ser humano (en su totalidad), no solo por su desempeño o sus resultados. Es decir, comenzar con la práctica de la empatía. Sin embargo, ¿cómo practicar la empatía con un grupo, como los millenials, al que no se lo suele entender? Simon Sinek propone una explicación que se sintetiza en la sigla PTIA, esto es, Paternidad, Tecnología, Impaciencia y Ambiente.
Por: Matías A. Wersocky. 7 de febrero de 2023.
Simon Sinek es un escritor inglés reconocido, que se especializa en liderazgo, y que pronunció conferencias ante agencias gubernamentales, directivos de empresas, agentes políticos y compañías globales. Es conocido por desarrollar el modelo del “Círculo de Oro” (The Golden Circle). En su exposición Most Leaders Don't Even Know the Game They're In en el evento anual de liderazgo global, Live2Lead, nos cuenta, entre otras cosas, ciertas situaciones cotidianas que permiten reconocer la presencia o la ausencia de la empatía en la práctica. Sin embargo, Simon se centra, en lo fundamental, en la importancia de practicar la empatía para el ejercicio de un liderazgo efectivo, en particular, con aquellos grupos, como los millenials, a los que se los suele acusar como imposibles de liderar. En ese sentido, efectúa una explicación que se compone de cuatro elementos: Paternidad, Tecnología, Impaciencia y Ambiente (PTIA).
Simon coloca distintos ejemplos corrientes en los que no se practica la empatía, para después pensar en cómo cambiarían las situaciones, si se practicara la empatía. Por ejemplo, si manejas tu auto camino al trabajo y alguien se mete en tu carril. ¿Qué haces?, ¿le negás el paso o lo dejás pasar? Probablemente, le neguemos el paso y le hagamos señas (poco amables) para que espere su turno. Ese es el escenario en el que no se responde con empatía. Ahora bien, la práctica de la empatía sostendría: “lo dejo pasar y llegaré a mi trabajo ‘un auto’ más tarde”. Si bien no lo sabemos, tal vez esa persona lleve seis meses sin trabajar, tenga un problema para llevar a sus niños, ahora esté retrasada, tenga una entrevista muy importante a la cual llegar de inmediato y se deba meter en nuestro carril. O tal vez sea un bastardo, no lo sabemos.
Otro ejemplo. Alguien entra a la oficina de otra persona y le dice: “Tus resultados bajaron consecutivamente en el tercer trimestre, tienes que mejorar tus resultados, de otra forma, no puedo garantizarte cómo será tu futuro”. Simon pregunta “¿Cuán inspirada (o motivada) crees que estará esa persona al día siguiente, cuando vuelva a su trabajo?” Ese es el escenario sin empatía. Ahora, un escenario parecido, pero con empatía. Alguien entra a la oficina de otra persona y le dice: “Tus resultados bajaron en el tercer trimestre, ¿estás bien? Estoy preocupado por vos. ¿Qué te está pasando?” Tal vez el hijo de esa persona esté enfermo, tenga problemas con su pareja o su padre se esté muriendo. No sabemos que está ocurriendo en su vida, pero lo que sí sabemos es que afectará su desempeño en el trabajo. Entonces, empatía significa preocuparse por el ser humano (en su completitud), no solo por su rendimiento o resultados. Debemos practicar la empatía. Porque, a fin de cuentas, tal como explica Simon, los grandes líderes no son responsables del trabajo, pero sí son responsables de las personas que son responsables por el trabajo.
Simon cuenta que, en todas las conferencias a las que ha asistido, siempre alguien levanta la mano y le pregunta por el ‘problema’ de los millenials. Porque, aparentemente, se trata de una generación que es imposible de liderar. Simon comenta que los jóvenes millenials es uno de los grupos con los que somos inefectivos en nuestra práctica de la empatía. Pero ¿cómo practicamos empatía con quien no entendemos o con un grupo con el que estamos luchando? Para Simon, el problema se puede comprender a partir de cuatro elementos, Paternidad, Tecnología, Impaciencia y Ambiente (PTIA), según lo que se describe a continuación.
El primer elemento es la Paternidad. Simon explica, al respecto, que muchos millenials crecieron sujetos a lo que se conoce como ‘estrategias fallidas de paternidad’. ¿Qué significa ese concepto? Que a muchos jóvenes se les dijo, por ejemplo, cuando crecieron, que eran especiales, que podían tener lo que quisieran, con solo desearlo. O los condecoraron con medallas de participación por llegar a lo último. Muchos jóvenes recibieron clases de honor, no porque se lo merecieran, sino porque sus padres se quejaron, u obtuvieron calificaciones distinguidas, no porque se las merecieran, sino porque los docentes no deseaban lidiar con los padres de los alumnos. Cuando estos chicos se gradúan y obtienen su primer empleo, se dan cuenta, que no son especiales, que no pueden obtener nada con solo desearlo, que no reciben nada por llegar a lo último y que los padres no los pueden ayudar a conseguir un ascenso. Por lo tanto, la imagen de ellos mismos se rompe en pedazos. Además, estos jóvenes crecieron en un mundo de Facebook, Instagram, SnapChat, con lo cual, son muy buenos en colocar filtro a todo y en aparentar cómo quieren ser vistos. Creemos que tienen mucha confianza, pero, en verdad, eso no sucede. Están inseguros de sí mismos.
El segundo elemento es la Tecnología. Simon afirma que tenemos a una generación de jóvenes con acceso ilimitado a las redes sociales y a los celulares. Estas tecnologías son productoras (o estimulantes) de dopamina, es decir, liberamos dopamina, a partir de las alertas, las notificaciones, los mensajes, etc. que generan las redes sociales y los celulares. La dopamina es un químico en nuestro cuerpo que es responsable de los sentimientos que experimentamos cuando encontramos algo que estábamos buscando o esperando, o conseguimos algo que queríamos lograr, o alcanzamos un objetivo que nos fijamos, o cuando ganamos un juego. Tomar alcohol, fumar cigarrillos o apostar también generan dopamina. De hecho, es la causa de cualquier adicción. Lo paradójico es que tenemos restricciones de edad para el alcohol, para el cigarro y para las apuestas, pero no contamos con restricciones de edad para el acceso y el uso de dispositivos y aplicaciones.
Lo que está sucediendo, en consecuencia, es que estos jóvenes no están aprendiendo los mecanismos y las habilidades de acudir a otro ser humano, cuando están estresados o sufriendo, sino que, en su lugar, apelan a las redes sociales o a los celulares. Así, su autoestima se encuentra cubierta de likes y depende de cuántos likes obtengan. Se deprimen, si no tienen (suficientes) likes. Es más, a muchos les cuesta formar relaciones verdaderas, con significado. Admiten que muchas de sus amistades son superficiales. El impacto en esta generación es un incremento en los casos de depresión, de suicidio, de muerte accidental. Lo más probable es que alguien de esta generación nunca experimente alegría o satisfacción plena, porque todo parece estar bien. “¿Qué tal tu trabajo? Bien. ¿Qué tal tus amigos? Bien”. La alegría o la satisfacción proceden, en verdad, de las interacciones humanas (profundas).
Entonces, tenemos a una generación insegura, que, con la tecnología, sufre los efectos adormecedores de la dopamina, cuando experimenta estrés o ansiedad. Se le agrega ahora el tercer elemento, que es la Impaciencia. Simon observa que estos jóvenes crecieron en un mundo de gratificación instantánea. “¿Quieres comprar algo? Lo compras en Amazon y llega al día siguiente. ¿Quieres ver una película? No consultas los horarios, solo inicias sesión y la ves o la bajas cuando quieras, por internet. ¿Quieres ver un programa de TV? No esperas semana a semana, lo ves todo en una pasada el fin de semana”. En efecto, si quieres ver a alguien, no le dejas el mensaje y esperas horas hasta que te llamen, solo le mandas mensaje y te responde literalmente al instante. Es decir, todo es instantáneo. Estos jóvenes han aplicado falsamente el modelo de la gratificación instantánea a la satisfacción de la vida y de lo laboral. El problema es que la vida, las relaciones, la carrera, no son búsquedas del tesoro que se concluyen cuando se encuentran. En realidad, son caminos, procesos. Simon aclara que es como si estuvieran al pie de una montaña, saben lo que quieren y observan la cúspide, pero no advierten la montaña. Entonces, andan por allí, de trabajo en trabajo, esperando a que el siguiente, sí funcione. Van de relación en relación, esperando a que la próxima persona sea el amor de su vida. No saben pedir ayuda y eso los hace sentir aún peor, porque no pueden encontrar eso que buscan que tal vez esté en ellos mismos (o sean ellos mismos).
Por lo tanto, tenemos una generación insegura, que no cuenta con los mecanismos o las habilidades para pedir ayuda, cuando sufren o están estresados, que quiere que todo se resuelva de inmediato y ahora le agregamos el cuarto elemento, que es el Ambiente. Simon menciona que a este grupo de jóvenes le tocó una época dificultosa. Porque los ambientes corporativos, por lo general, no los cuidan como seres humanos. Por ejemplo, si se le preguntara a cualquier compañía cuál es su mayor prioridad, responderían siempre maximizar el valor de las acciones. Es como un entrenador que prioriza a las necesidades de los hinchas por sobre las necesidades de sus jugadores. “¿Cómo se construye un equipo ganador con esa mentalidad?” Las compañías hablan de cómo construir confianza y cooperación, pero anuncian una ronda de despidos. Así, cotidianamente se asiste asustado al trabajo. Entonces, les pedimos a nuestras generaciones jóvenes que trabajen en estos ambientes en donde nadie puede pararse a decir: “necesito ayuda”, “cometí un error”, “descompuse algo”, “estoy asustado”, “estoy preocupado”.
Simon afirma que creamos culturas donde todos los días, las personas que van a trabajar, mienten, se esconden, fingen. Pero, en particular, les pedimos a nuestras generaciones jóvenes que trabajen, que triunfen, que se conozcan, que construyan su autoconfianza, que superen su adicción a la tecnología, y construyan relaciones sólidas en el trabajo. Les pedimos que hagan todo esto en ambientes que nosotros hemos creado. Les decimos: “ustedes son los futuros líderes”, pero nosotros somos los líderes de ahora. “¿Qué estamos haciendo?” Entonces, estos jóvenes no son imposibles ni difíciles de entender. Son seres humanos, como el resto de nosotros, tratando de encontrar su camino, buscando trabajar en un lugar donde sientan que los tratan como seres humanos. Simon comenta que le cansa que la gente le pregunte: “¿cómo le sacamos lo mejor a nuestra gente?” Es como si estuvieras exprimiendo una toalla para ver cuánto más agua le sacas. La pregunta debería ser, en cambio, “¿cómo ayudo a mi gente a que sea lo mejor que pueda ser?” Según Simon, no estamos preguntándonos estas cosas, no estamos practicando la empatía.
Simon explica que el liderazgo es una habilidad como cualquier otra, que se aprende, se practica. Es algo en lo que se trabaja, como si fuese un músculo: si lo practicas todos los días, serás bueno en ello y serás un líder sólido, y si dejas de practicar, serás un líder débil. Él afirma que, si quieres ser un gran líder, que empieces por la empatía. Ahora bien, te propongo, en principio, que pienses en una situación (personal, académica, laboral) en la que no hayas practicado la empatía, ¿cómo cambiaría esa situación, si hubieses practicado la empatía?, ¿cuál hubiese sido el efecto en la/s otro/s persona/s? Luego, te propongo que pienses en otra situación con un jefe/a, profesor/a, político/a u otra figura similar que no haya ejercido un liderazgo empático, ¿cómo cambiaría esa situación, si esa persona hubiese practica la empatía?, ¿de qué manera esa conducta hubiese repercutido en vos? Por último, te propongo que pienses en el diagnóstico de Simon respecto a los millenials. ¿En qué coincides?, ¿en qué no coincides?, ¿por qué? En lo que sigue, les comparto la exposición en el evento anual de liderazgo global Live2Lead (si el link no llegase temporalmente a funcionar, pueden buscar el discurso en Youtube con las expresiones clave “Simone Sinek” y “Empathy”). Les sugiero colocar los subtítulos en español en Youtube.
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