domingo, 22 de junio de 2025

Cuaderno de lo irreversible – Cuando los duelos se complican

junio 22, 2025 Posted by Matías No comments

Cada persona vive el duelo de manera única, pero no todos los procesos siguen un curso natural o esperable. En algunos casos, el duelo puede complicarse. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la persona se siente desbordada emocionalmente, cuando el dolor se vuelve excesivamente intenso o prolongado, cuando aparecen conductas que alivian momentáneamente pero que resultan perjudiciales a largo plazo, o cuando el proceso se estanca sin avanzar hacia la aceptación y la adaptación a la pérdida. Si bien no existe un único síntoma o signo que indique con certeza que un duelo se ha complicado, existen ciertas señales a tener en cuenta: la intensidad de las reacciones emocionales, su duración en el tiempo y el impacto negativo que tienen en la vida cotidiana de la persona. Como referencia general, si después de un año no se observan avances significativos en el proceso, se podría sospechar la presencia de un duelo complicado. Es importante aclarar que no hablamos de “duelo patológico”, ya que esto podría generar estigmatización. Tampoco nos referimos a un "duelo difícil", que suele estar relacionado con las circunstancias particulares de la pérdida. En este caso, en particular, hablamos de una complicación en el proceso natural del duelo, que puede requerir acompañamiento y apoyo especializado.

El psicólogo William Worden opta por hablar de duelo complicado en lugar de duelo anormal, porque considera que el dolor que acompaña al duelo no debe verse como algo fuera de lo común. En ese sentido, resalta que cada individuo vive el duelo de forma diferente, y por eso es fundamental respetar y comprender la experiencia única de cada persona. Asimismo, Worden caracteriza distintas reacciones que permiten diferenciar la forma en que se altera o interrumpe el proceso natural o esperable de elaboración de la pérdida. Esas son reacciones de duelo crónico o prolongado, duelo retrasado o pospuesto, duelo exagerado y duelo enmascarado. Estas reacciones presentan características particulares que pueden dificultar la adaptación a la pérdida y, en muchos casos, requieren acompañamiento terapéutico para ser elaboradas adecuadamente.

1. Duelo crónico o prolongado

El duelo crónico o prolongado se presenta cuando el proceso de duelo se desvía de lo que culturalmente se considera un “curso normal”, tanto en su duración como en la intensidad de las emociones implicadas. En estos casos, el duelo se estanca y se puede prolongar durante meses o incluso años, sin que la persona logre alcanzar una resolución satisfactoria. Por lo general, este bloqueo ocurre en alguna de las fases del proceso de duelo, lo que impide llegar al momento en que se logra recolocar emocionalmente al ser querido y continuar con la vida.

Quien atraviesa un duelo crónico suele tener consciencia de que algo no está bien. Sabe que no ha podido superar la pérdida, siente que su vida no ha vuelto a la normalidad y que el proceso ha quedado abierto o incompleto. Esta sensación de estancamiento se puede manifestar como una constante percepción de vacío, una dificultad para retomar actividades cotidianas, o la vivencia de que “algo falta” y no se puede dejar atrás. El dolor no se transforma, sino que permanece activo y genera un malestar persistente que impide avanzar.

Para comprender por qué este tipo de duelo se prolonga, es importante tener en cuenta los mediadores del duelo, es decir, los factores que influyen en su evolución. Entre ellos se encuentran la intensidad del vínculo con la persona fallecida, la existencia de relaciones de fuerte dependencia emocional, y las circunstancias especialmente traumáticas que rodearon la pérdida. Estos elementos pueden dificultar el tránsito natural del duelo y contribuir a su cronificación.

Además, resulta fundamental identificar qué tarea del duelo no ha podido completar la persona. Según el modelo propuesto por William Worden, existen cuatro tareas principales: aceptar la realidad de la pérdida, trabajar las emociones asociadas al duelo, adaptarse a un entorno en el que la persona fallecida ya no está, y recolocar emocionalmente al ser querido para poder continuar con la vida. Estas tareas ofrecen una guía útil para detectar dónde se produjo el bloqueo y, a partir de allí, orientar un acompañamiento que permita a la persona avanzar en su proceso.

2. Duelo retrasado o pospuesto

El duelo retrasado, también conocido como pospuesto, reprimido o inhibido, no significa que la persona no experimente dolor, sino que sus reacciones emocionales son parciales o insuficientes para elaborar adecuadamente la pérdida. Este tipo de duelo puede presentarse, por ejemplo, cuando los sentimientos que surgen en el momento de la pérdida son tan intensos o abrumadores que la persona no logra afrontarlos de inmediato. Esto suele ocurrir específicamente en situaciones traumáticas, como suicidios, homicidios o muertes múltiples, donde el impacto emocional es tan fuerte que el proceso de duelo se pospone, de forma consciente o inconsciente.

Generalmente, este duelo está relacionado con dificultades para expresar las emociones. Puede deberse a la falta de apoyo o contención emocional, lo que provoca que la persona tenga un estilo evitativo y solo manifieste su dolor de manera muy limitada o “a cuentagotas”. En consecuencia, no puede conectarse plenamente con el duelo y se queda en un estado intermedio, sin avanzar en la elaboración del proceso.

Lo particular del duelo retrasado es que estas emociones reprimidas o no expresadas pueden reactivarse ante una pérdida posterior. Por ejemplo, un divorcio, la muerte de una mascota, un aborto o incluso situaciones que parecen menos significativas pueden desencadenar una reacción emocional intensa, como un llanto desmedido, que puede no corresponder con la pérdida actual.

Es importante entender que el proceso de duelo y la asimilación de una pérdida ocurren tarde o temprano; el duelo no desaparece, sino que queda pendiente hasta que se pueda trabajar y expresar. Por eso, al acompañar a alguien en duelo, es fundamental investigar cómo vivió pérdidas anteriores para comprender mejor su perfil y la manera en que ha manejado sus duelos previos.

3. Duelo exagerado

El duelo exagerado se caracteriza por una intensidad emocional tan elevada que la persona se siente abrumada e imposibilitada para afrontar la situación. Si bien está profundamente conectada con su dolor, esta intensidad se puede volver tan grande que interfiere significativamente con la funcionalidad de su vida cotidiana.

En muchos casos, la persona es consciente de su sufrimiento y de que no está logrando manejarlo adecuadamente. Puede recurrir a conductas inadaptadas, como el consumo de alcohol o sustancias, que a corto plazo parecen aliviar, pero que a la larga terminan siendo perjudiciales.

La sintomatología en este tipo de duelo es excesiva y disfuncional, y en algunos casos puede acercarse o incluso implicar trastornos psicológicos o mentales. Cuando la intensidad del sufrimiento es muy alta, el duelo puede evolucionar hacia cuadros clínicos más graves, como depresión profunda, ataques de pánico o conductas fóbicas.

Dado que el duelo exagerado puede involucrar trastornos psiquiátricos importantes, es fundamental que la persona reciba un acompañamiento especializado, como la terapia de duelo, para ayudarle a procesar su pérdida de manera saludable y evitar complicaciones mayores.

4. Duelo enmascarado

El duelo enmascarado ocurre cuando la persona reprime la expresión emocional de la pérdida. Es decir, no manifiesta abiertamente su dolor ni reconoce que está atravesando un proceso de duelo. Sin embargo, ese sufrimiento no desaparece, sino que se expresa de forma indirecta, muchas veces a través del cuerpo.

En estos casos, suelen aparecer lo que se llaman equivalentes somáticos: síntomas físicos que representan emociones no expresadas. Entre los más comunes se encuentran palpitaciones, dolores de estómago, migrañas, o malestares generales sin causa médica clara. En situaciones más complejas, estos síntomas pueden derivar en cuadros más graves.

La persona no reconoce que su malestar tiene que ver con una pérdida. No hay una asociación consciente entre lo que siente —física o emocionalmente— y el proceso de duelo. Vive los síntomas, sufre las consecuencias, pero no los vincula con lo emocional, con lo no dicho o no elaborado.

Algunas personas tienden a canalizar el duelo a través del cuerpo, especialmente, cuando les resulta difícil conectar con lo emocional o expresar su dolor. Por eso, en estos casos, el trabajo terapéutico consiste en ayudar a identificar la pérdida subyacente y facilitar la conexión con el sufrimiento emocional que ha quedado oculto o tapado.

En lo que sigue, se presenta un cuadro comparativo que resume las principales características, semejanzas y diferencias entre las distintas reacciones de duelo complicado propuestos por William Worden. Este ejercicio permite identificar sus principales contrastes en términos de expresión emocional, el nivel de conciencia del doliente y las posibles consecuencias, facilitando así su comprensión y posterior abordaje.

Cuadro comparativo entre las distintas reacciones de duelo

Reacciones de duelo

Características principales

Expresión emocional

Conciencia del duelo

Posibles riesgos

Diferencias clave

Crónico o prolongado

Duelo que se extiende durante meses o años, sin resolución. El proceso se estanca.

Presente, pero no evoluciona

La persona sabe que no ha superado la pérdida.

Depresión, aislamiento, estancamiento vital

La persona queda "atascada" en una fase.

Retrasado o pospuesto

Emociones no expresadas en su momento. El duelo reaparece tiempo después, ante otra pérdida o evento significativo.

Emoción contenida, limitada o mínima

La persona no siempre reconoce el vínculo con la pérdida original.

Reacciones emocionales desmesuradas ante pérdidas posteriores

La respuesta aparece más tarde, no en el momento de la pérdida.

Exagerado

Reacción intensa y desbordante. Emociones que abruman e inutilizan.

Muy intensa

La persona reconoce el dolor, pero no puede manejarlo.

Conductas de riesgo, depresión, crisis de ansiedad.

El sufrimiento supera lo esperable.

Enmascarado

Emociones reprimidas que se manifiestan a través del cuerpo u otras conductas.

No reconocida como tal

La persona no relaciona sus síntomas con el duelo.

Síntomas somáticos, problemas conductuales, somatización.

El duelo no se expresa como tal, sino a través de otros síntomas.

Dicho lo anterior, William Worden distingue entre el counseling y la terapia en el abordaje del duelo. El counseling o asesoramiento está orientado a acompañar a personas que atraviesan una pérdida reciente, con el objetivo de facilitar un proceso saludable y prevenir complicaciones futuras. En cambio, la terapia está indicada cuando el duelo ya presenta dificultades importantes, como en los casos de reacciones de duelo crónico, retrasado, enmascarado o exagerado, y se centra en identificar y resolver los conflictos que bloquean la elaboración del duelo.

Para concluir, el duelo, en todas sus formas, es una experiencia profundamente humana que atraviesa a cada persona de manera única. Sin embargo, cuando ese proceso se bloquea, se prolonga, se reprime o se intensifica desmedidamente, puede transformarse en un duelo complicado que requiere ser escuchado y acompañado con mayor profundidad. Comprender las distintas reacciones de duelo que propone William Worden —crónico, retrasado, exagerado y enmascarado— nos ayuda no solo a nombrar lo que sucede, sino también a intervenir de forma más respetuosa y efectiva.

En una cultura que muchas veces apresura el dolor y minimiza la necesidad de elaborarlo, es importante preguntarnos cómo nos relacionamos con nuestras propias pérdidas, si somos capaces de reconocer cuándo el dolor se vuelve inmanejable, y si sabemos pedir ayuda cuando sentimos que no podemos solos. También es importante reflexionar sobre nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno: ¿Somos capaces de reconocer señales en otros de un duelo complicado? Estas cuestiones no tienen respuestas rápidas, pero invitan a mirar el duelo desde un lugar más profundo, más humano. Porque acompañar a alguien en su pérdida —o acompañarse a uno mismo— no es acelerar el cierre, sino crear espacio para que el dolor tenga sentido, y desde ahí, poco a poco, dar lugar a la transformación.

Este artículo fue elaborado sobre la base del libro “El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia”, de J. William Worden (Editorial Paidós, 1997) y lo abordado en el “Curso Anual de Especialización en Counseling en Duelo” a cargo de las prof. Mabel Weiskoff y Marcela Masserano (DOLUS, 2025).

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